La siguiente historia sucede en toda MIPYME normalmente en las empresas familiares, es el caso de un gerente propietario que cuando fundó su empresa él era quien hacía todas las gestiones administrativas, operativas, legales, de gestión externa de su pequeña empresa, pero, poco a poco fue creciendo y se vio en la situación de contratar personal para delegar, pero tenía un problema, no sabía delegar las gestiones al nuevo personal, al fin y al cabo, era él quien lo hacía todo. Esta es la historia y como se resolvió la situación:
Atención (A): El dilema de Juan
Juan siempre había sido un hombre de acción. Fundó su pequeña empresa con la pasión y la determinación de alguien que cree en su visión. Desde el primer día, él se encargó de todo: gestionaba la parte administrativa, supervisaba la producción, negociaba con proveedores, y hasta redactaba los contratos legales. "Es mi negocio, nadie lo hará como yo," pensaba.
Pero a medida que los años pasaban, su empresa fue creciendo. Y con el crecimiento, llegaron los problemas. Las horas del día ya no le alcanzaban. Los clientes empezaron a demandar más atención, los proyectos se acumulaban, y las gestiones legales y administrativas no se quedaban atrás. Sin embargo, Juan seguía aferrado a su rol. ¿Cómo podía soltar algo que él había hecho desde el principio?
Interés (I): La primera señal de alerta
Con el paso del tiempo, Juan empezó a notar que no solo sus horas de trabajo se extendían hasta la medianoche, sino que también su salud comenzó a deteriorarse. Los problemas de gestión se acumularon. Las decisiones que antes tomaba rápidamente ahora le costaban más, y sentía que estaba perdiendo el control.
Un día, su hermana Carla, quien trabajaba como asistente administrativa, lo vio agotado y le preguntó:
- "Juan, ¿por qué no delegas un poco? Podríamos contratar más gente para que se encargue de ciertas tareas."
Juan, aunque agradecía la preocupación, le respondió:
- "Yo lo hago mejor. Nadie conoce el negocio como yo. Si delego, las cosas pueden salir mal."
Carla intentó convencerlo, pero Juan no estaba listo. Se sentía atrapado en la idea de que su negocio solo podría funcionar bajo su supervisión directa.
Deseo (D): La necesidad de cambiar
Pero llegó un punto crítico. Durante una reunión importante con un cliente clave, Juan estaba tan agotado que comenzó a cometer errores. Se distrajo, olvidó detalles cruciales y dejó pasar oportunidades que habrían sido determinantes para el futuro de la empresa. El cliente, insatisfecho, decidió irse.
Ese día, Juan se quedó mirando el reloj, con la mente llena de dudas. ¿Realmente podía continuar así? ¿Qué pasaría si todo lo que había construido se venía abajo por no saber delegar?
Fue entonces cuando recordó una conversación que tuvo meses antes con su mentor, Enrique, un empresario experimentado. Enrique le había dicho:
- "Juan, para que tu empresa crezca, tú también debes crecer como líder. Delegar no es un signo de debilidad, sino de sabiduría."
Acción (A): El cambio decisivo
A regañadientes, Juan comenzó a aceptar que, para seguir adelante, tenía que confiar en otros. Contrató a un gerente de operaciones, a un asistente legal y un equipo administrativo. La transición no fue fácil. Al principio, Juan se sentía incómodo, supervisando a personas que, en su mente, no podían hacer las cosas con la misma eficiencia que él.
Pero, con el tiempo, se dio cuenta de que, al delegar, podía enfocarse en las áreas clave del negocio, como la estrategia y la visión a largo plazo. El cambio fue transformador. Su empresa comenzó a crecer de una manera que no hubiera sido posible si seguía asumiendo todo el peso de la gestión.
Hoy, Juan es un líder más equilibrado y tiene la libertad de tomar decisiones más informadas, mientras su equipo se encarga de los aspectos operativos. "Delegar no significa perder el control, sino multiplicar la capacidad del negocio," reflexiona ahora.
Lecciones clave de la historia de Juan
El miedo a delegar es natural, pero puede ser un obstáculo para el crecimiento. La cultura de “hacerlo todo uno mismo” es común, especialmente en empresas familiares y MIPYMES. Sin embargo, para escalar, es esencial confiar en un equipo.
Delegar no significa renunciar a la supervisión, sino confiar en el talento de los demás para asumir responsabilidades, mientras tú te concentras en lo que realmente agrega valor al negocio.
El proceso de delegación requiere tiempo y paciencia, pero es clave para liberar espacio para el crecimiento personal y empresarial.
Los líderes deben aprender a diferenciar entre tareas operativas y estratégicas. Solo con la delegación efectiva se puede enfocar el tiempo en decisiones clave que propicien el crecimiento de la empresa.
Conclusión: El camino hacia el éxito de cualquier empresa, grande o pequeña, pasa por aprender a delegar de manera efectiva. Las MIPYMES, especialmente las familiares, enfrentan desafíos únicos cuando se trata de delegar, pero, como aprendió Juan, es un paso necesario para crecer y prosperar.
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